EL Voluntariado Regenerativo
- Paco Ayala
- 5 abr
- 3 Min. de lectura

Por Paco Ayala
A veces me siento a pensar como será mi vida cuando llegue el momento de dejar de trabajar y me retire a casa a “descansar” como dicen que los jubilados hacen cuando ha llegado el momento de no estar apto para seguir trabajando en un mundo tan competitivo que requiere que los viejos dejen espacio para que la cadena laboral siga su implacable marcha. Recuerdo las largas horas que mi padre tenía que pasar en casa porque no hallaba que hacer, su mundo parecía que se había descarrilado y la manera en que buscaba volver a encontrar el rumbo era ir dos o tres veces al día al súper o al mercado; parecía que así le daba sentido a sus día entre semana. Mi madre, más acostumbrada a los quehaceres de la casa, no se sentía acorralada, en este mundo patriarcal, son los hombres jubilados los que en su mayoría se sienten náufragos, flotando en una balsa sin rumbo fijo, esperando que las horas pasen para que el fin de semana, si bien les va, lleguen los hijos y los nietos a salvarlos de la monotonía agonizante.
Debo confesar que cuando me percaté de este futuro me dije a mi mismo que no caería en este letargo que va consumiendo a muchas personas que así van dejando de sentir el sabor profundo de la vida y se sientan a mirar por horas un televisor que parece capturar la voluntad para que ésta se vaya apagando lentamente. Así que empecé a cuestionarme, a reflexionar qué tipo de soluciones podría ir generando para que ésto no me suceda y la vida, en su amplitud de enseñanzas continuas, siempre esparce sus dones cuando uno pregunta desde el corazón lo que anda buscando.
La respuesta me llegó en donde menos me lo imaginaba, como suelen hacer siempre las mejores respuestas: aparecen en el silencio, en la improvisada sorpresa o en Polonia, donde de pronto vino a mi, justo cuando daba un paseo por el sur de la campiña Polaca con el papá de la pareja de mi hija, un hombre retirado que encontró en el voluntariado una razón para seguir sintiéndose útil, capaz de hacer un servicio que beneficia a otros y les muestra que el camino de la vida puede dar frutos en cualquier momento. Me contó con orgullo cómo su labor de maestro la dedicaba ahora a enseñar a jóvenes refugiados de Ucrania que asistían a un centro comunitario a recibir enseñanza y a generar comunidad en los momentos difíciles que atraviesan por la guerra.
Por supuesto agradezco a la vida el que me haya permitido ver ésto aún en una edad en que puedo realizar acciones que permitan que en mi trabajo implemente actividades que fomenten el voluntariado a personas de la tercera edad, que se unan con los jóvenes que asisten a los programas de voluntariado que tenemos en el Huerto Roma Verde y que me permitan a mi aventurarme a imaginar qué tipo de voluntariado me gustaría realizar cuando llegue el tiempo en que tenga que salir de la cadena formal del trabajo.
El voluntariado, cuando se hace desde el corazón, puede ser una potente medicina, una actividad capaz de hacernos sanar a nosotros mismos y a otros, pues se trabaja desde las emociones que, como sabemos, en este mundo de consumo y competencia galopante, son las que están seriamente vulneradas y enfermas y donde, sin siquiera imaginarnos, producen un enorme daño a nuestra salud y, por consiguiente, a la salud pública. El mundo de hoy requiere que trabajemos en la regeneración como método para reencontrarnos con la madre tierra, el voluntariado, sin duda alguna, es una de las formas con las cuales podemos ir tejiendo los hilos regenerativos comunitarios que tanto requerimos para sanar el cuerpo social tan lastimado en el que hoy vivimos.
Escribo ésto y lamento no haber tenido la oportunidad de haber compartido con mi papá esta enseñanza que la vida me ha dado, lo único que me consuela es saber que ahora puedo expresarlo, por ejemplo aquí, con ustedes que me leen, y si esto les llega a sus corazones podamos hacer, desde el lugar en que nos encontremos, las acciones necesarias para ir creando una cultura de voluntariado, asistiendo a proyectos que lo necesitan o transmitiendo en nuestros centros de trabajo la importancia de crear una cultura empresarial que fomente el voluntariado y, también, para conminar a que políticas públicas impulsen estas acciones como un elemento central en la prevención de enfermedades y, sobre todo, en buscar que el tejido social se regenere, para así también volvamos a mirar a la madre tierra como el ser que nos ha brindado de manera voluntaria todos sus dones. Es el momento de la reciprocidad.
T-LÍA (Texto libre de inteligencia artificial)
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