Jardinería y Cambio Climático
- Comunicación del Huerto
- 12 mar
- 4 Min. de lectura
Por Paco Ayala

A lo largo de la historia de la tierra los fenómenos geológicos y climáticos han estado presentes en cíclos temporales que abracan miles de años. La tierra surguió hace aproximadamente 4,5 millones de años y desde entonces ha pasado por diversas etapas físico-químicas, geológicas y biológias profundamente complejas hasta llegar a estabilizar una biósfera capaz de generar las condiciones necearias para producir vida. Hasta hoy, somo el único espacio en el universo conocido que tiene esta posibilidad y ésto ocurre tan sólo en una esfera, llamada biósfera, que tiene una altura de 20 kilometros, donde en tan sólo 500 mts por debajo de los océanos y 6 Km sobre el nivel del mar, es donde se generan las condiciones para que la vida emerja.
El cambio climático es, por lo tanto, una constante en la línea evolutiva de la tierra; sin embargo, la diferencia ahora es que el ser humano y sus actividades, sobre todo a partir de la llamada Revolución Industrial, está jugando un papel primordial en el cambio climático. La sociedad Insustrial de Consumo desempeña un papel innegable en la aceleración de fenómenos climáticos que están poniendo en grave riesgo la continuidad de muchas formas de vida en el planeta. La capacdidad de adaptación y la mitigación de sus efectos son sin duda alguna el reto más importante que el Siglo XXI enfrenta, pues sus consecuencias son catastróficas si no logramos modificar nuestra relación con la madre tierra.
La data científica es abrumadora, la acidificación de los mares, la pérdida de suelos vivos, el extractivismo desenfrenado de recursos energéticos y minerales, la desfaunización galopante, la deforestación incontrolada y nuestra avidez por consumir y generar diversos residuos tóxicos debe detenerse para comenzar a generar nuevas formas de relacionarnos con la tierra, como lo hacían pueblos ancestrales que sabían que nuestra relación ecosistémica era vital para que los ciclos de la vida continuaran.
Vivimos una encrucijada que definirá nuestro destino y el de muchas especies de plantas y animales en el planeta, por lo que debemos comenzar a actuar de inmediato, como ya lo están haciendo muchas personas y grupos que comienzan a movilizarse, incluso desde los centros del poder del Capitaolceno, que saben que su forma de desarrollo no puede continuar como hasta hoy en día.
La esperanza habita en la capacidad que tengamos para organizarnos desde el Norte Global haste el Sur Global, debemos unir esfuerzos y para ello necesitamos voltear a ver otros saberes, aquellos que alguna vez nos mostraron que el camino esta en dialogar con la naturaleza, no en dominarla; en tomar sólo lo que se necesita, no en visualizarla como una mercancía que se compar y se vende al mejor postor.
El reto es abrumador, pero entonces, ¿qué podemos hacer nosotros, personas comunes y corrientes que desde nuestra trinchera local podemos comenzar a ser un tejido capaz de crear una urdimbre de cambio?
Todos y todas tenemos la posibilidad de comenzar a ser la diferencia, de incidir en el ánimo de las personas que nos rodean, en influir también en aquellos tomadores de decisión que por algún encargo público o en la esfera de lo privado, pueden empezar a modificar su visión. La lucha es en la esfera hiperlocal, ahí donde podemos dejar una acción que genere una impronta que se vaya multiplicando.
Algo que se me ocurre y que he puesto en práctica, es comenzar a acercarme a las plantas, las maestras de las esencias sagradas de la vida, que en su quietud nos enseñan a valorar el contínuo de la vida. Sembrar y cuidar plantas ahí donde podamos hacerlo tiene efectos muy poderosos, porque cuando llega el momento en que nos importa su cuidado, comenzamos a tener cambios emocionales que nos permiten abrir nuestros campos de percepción y, por ende, a tener una conciencia más ámplia e integral, para entender que todo lo que nos rodea, importa.
Hablo desde una zona urbana, desde la Ciudad de México, una urbe donde habitan millones de personas y desde esta bioregión imagino el gran impacto que tendríamos si comenzamos a cuidar mejor nuestra áreas verdes, a incrementar el número de parques, a generar corredores biológicos unidos a través de jardineras polinizadoras que se interconecten para generar espacios seguros para plantas, aves, insectos, pequeños mamíferos y, por supuesto, suelos vivos.
Generar huertos urbanos cuidados por la comunidad local, donde se vuelvan centros de cohesión social, de intercambios de saberes y generación de vínculos solidarios capaces de impulsar proyectos de innovación que enfrenten las problemáticas del cambio climático.
Volvernos jardineros biosociales, que al caminar por las calles de nuestras ciudades podamos aprecier y conocer las distintas especies de árboles y plantas, procurando que éstas sean endémicas de la zona y que también, en la medida de lo posible, podamos obtener de algunos arboles frutales, sus dones.
Cerca de donde vivo hay un gran árbol de aguacate, un abuelo que cada temporada nos comparte sus frutos, me imagino entonces que ésto suceda por muchas calles y parques de la ciudad, como sucede en algunas ciudades del sureste del país, donde los magos, las ciruelas, los tejocotes, los nisperos y otras frutas más están ahí, al alcance de quien lo desee tomar.
¿Qué pasaría si sembraramos hierbas aromáticas, flores comestibles, incluso lechugas, acelgas y otras especies de vegetales, de tal suerte que parte del alimento que necesitamos estuviera ahí, al alcance de nuestras posibilidades?
La jardinería urbana y periurbana podría ayudarnos a abordar el cambio climático desde una acción posible, que la idea fundamental es sensibilizarnos al hecho de que podemos ser cultivadores del cambio que queremos ver en el mundo. Hoy en casa, tengo en mi azotea aun pequeño huerto que cuido con esmero y me deleito al ver llegar a abejorros, abejas, clibríes que vienen también a alimentarse y, al hacerlo, a polinizar vida.
Quienes habitamos las grandes ciudades podemos volvernos jardineros de esperanza, tal y como Vandana Shiva, cuando vistó el Huerto Roma Verde y tuve el grandísimo honor de preguntarle que significaba para ella la existencia de huertos urbanos, me miró y sonriendo me dijo: “son los jardínes de la esperanza”.
T-Lía (Texto libre de Inteligencia artificial)
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